Texto y Fotografía: Aventura Vertical.
¡Ah Chihuahua!, tierra mágica, en donde sus imponentes barrancas son una delicia visual que hacen suspirar a quien lo visita y le permiten recorrer su abundante naturaleza, que en cada viaje producen, una y otra vez, un enorme gozo sensorial.
A 20 minutos del centro histórico de la capital se encuentran las grutas Nombre de Dios, una gran cavidad donde, durante millones de años, la naturaleza sólo permitió el paso de agua que se filtró desde la superficie, creando un mundo subterráneo en el cual estalactitas, estalagmitas y elictitas integran un conjunto de maravillas geológicas.
La formación de esta gruta se inició hace aproximadamente cinco millones de años y el proceso aún continúa. El recorrido abarca 17 salas en las que también se observan algunas de las excavaciones rudimentarias hechas hace algunos siglos por los primeros mineros que buscaban metales preciosos. La gruta tiene una longitud de 1 330 m, se recorre en una hora aproximadamente y llega a descender hasta 84 m; la temperatura promedio varía entre 27 y 33 0C, por ello es conveniente ir con ropa cómoda.
En este recorrido por Chihuahua, llamó nuestra atención la comunidad menonita, y para conocerla nos trasladamos de la capital a Ciudad Cuauhtémoc que se localiza a una hora por la carretera 16. Visitamos una de estas comunidades, observamos sus casas que están construidas con madera y tejados blancos, recorrimos su centro cultural en donde hay una muestra de los utensilios de trabajo y de cocina que los primeros colonos llevaron a Cuauhtémoc en 1921, cuando el general Álvaro Obregón les extendió facilidades para asentarse en tierras mexicanas. En aquel entonces un grupo de menonitas se instaló en esta región de Chihuahua y otro en Zacatecas. Su producción agrícola de sorgo y avena sirve para alimentar al ganado, del cual se obtiene el famoso y delicioso queso menonita. El origen de esta iglesia protestante la estableció el pastor holandés Menno Simmons, en el siglo XVIII, y desde entonces para huir de persecuciones políticas y religiosas se desplazaron de Holanda hacia Prusia, Alemania, Rusia y Canadá hasta llegar a México.
Basaseachi
En torno a Basaseachi existe uno de los parque nacionales más hermosos de México, que cuenta con 5 803 ha y sus principales atractivos son la Barranca de Candameña, la cascada de Piedra Volada, la cascada de Basaseachi y la peña El Gigante. En 1890 Carl Lumholts escribió que unos mineros habían medido una gran cascada, reportándole 300 m de altura. Hoy sabemos que se referían a la cascada de Basaseachi, que es la segunda más alta de México, con 246 m de caída libre de una belleza espectacular, rodeada de bosque de pinos. Su acceso es fácil por veredas que indican claramente la ruta hacia los miradores, desde ahí se puede admirar y fotografiar la espléndida cascada, y realizar una increíble y magnífica caminata hacia la base de ella. Basaseachi pertenece al municipio de Ocampo; desde Chihuahua se llega por una carretera asfaltada y se localiza a tres y media horas de la capital.
Hacia el sur se encuentran las Barrancas del Cobre, ahí pasamos la noche en el hotel Mansión Tarahumara mejor conocido como El Castillo, ya que tiene esta forma. En este lugar el amanecer fue maravilloso, con una gran vista al salir el sol en el horizonte.
El Divisadero
A 50 km del poblado de Creel se localiza El Divisadero, uno de los puntos turísticos más famosos de la sierra, donde se unen las barrancas del Cobre, Urique y la Tararecua. Desde varios miradores se pueden observar impresionantes vistas de las barrancas, además existen hoteles que permiten disfrutar confortablemente el paisaje. En las barrancas hay algunas salientes rocosas con cuevas que los tarahumaras aprovechan, adaptando su interior para poderlas habitar como la cueva del chino, llamada así porque durante la construcción del ferrocarril ahí vivió un trabajador de ese orígen étnico, y la de San Sebastián, donde conocimos a Esther Batista una hermosa niña raramuri.
No se puede dejar de visitar Arareko que es otra comunidad raramuri. Ahí se observa un tupido bosque, un lago y la misión jesuita de San Ignacio de Arareko; cerca se localizan los valles de los hongos y de las ranas, llamados así porque hay piedras que recuerdan esas formas.
Veinte kilómetros al sur de Creel se encuentra la comunidad de Cusarare, que es regada por una cascada de 30 m del mismo nombre. Para llegar a ella se realiza una cómoda caminata entre el bosque y formaciones rocosas; al final del camino, la cascada se puede observar desde el mirador o desde las escaleras que llegan a la base. De regreso tuvimos la suerte de encontrar a don Antonio Camilo Batista Jares, mejor conocido como el chapareque. Él toca un instrumento de cuerdas que elaboró con un pedazo de rama de árbol. Las mujeres de Cusarare elaboran canastas de diferentes tamaños y formas tejidas con palma; con la corteza de pino confeccionan muñecas con vistosos vestidos, como los de ellas.
Este es un recorrido en el cual se puede conocer la hermosa naturaleza del estado de Chihuahua, y convivir con los raramuris o pies ligeros. Un gran viaje que permite disfrutar del patrimonio natural, cultural e histórico de las magníficas Barrancas del Cobre.